Tales from the Unconscious
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Sangre frustrada

La casa que habíamos alquilado parecía un iglú, sólo faltaban los esquimales y que no hiciera tanto calor. Mientras los demás terminaban de acomodar sus cosas, salí al jardín, que estaba cubierto por una alfombra de limas. En la casa de al lado veraneaba una actriz conocida (siempre pensé que tenía cara de víbora), que resultó bastante simpática. Nos quedamos charlando mientras su hijo jugaba por ahí, y ella colgaba la ropa. Un rato después vinieron dos actores más. Me quedé almorzando con ellos y le dije al más joven cuánto me gustaba el programa donde él era protagonista, pero que los actores eran malísimos. Hizo una mueca de desagrado. Entonces tuve que aclararle que todos menos él eran malísimos (nota mental: tengo que aprender a no decir todo lo que pienso), y me dio la razón. Cuando terminamos de almorzar, les di las gracias por la invitación y me fui a preparar para la reunión.

La reunión, a la que no tenía muchas ganas de ir y llegué a las apuradas, era en un colegio. Estábamos sentados como si fuera una clase. Estoy casi segura de que éramos todos judíos. Unas filas más adelante lo vi. Bah, creo que lo vi porque nunca lo conocí en realidad. Por eso me parece raro que siga apareciendo. Tenía una remera negra gastada y pinta de sucio. Las personas que dictaban la clase empezaron a hablar, y yo no me podía concentrar porque intentaba verle la cara para confirmar mis sospechas. Por otro lado, no quería que me viera así porque no había tenido mucho tiempo para arreglarme y tenía miedo de decepcionarlo.

Nos pidieron que nos pusiéramos en grupo y preparáramos la canción que nos habían asignado. La canción que nos tocó no la conocíamos, y encima no estaba buena. Me quería ir a la mierda, lo último que necesitaba en ese momento era pasar papelones. Y menos delante de él. Mis compañeros de grupo tampoco parecían muy entusiasmados, y no se nos ocurría cómo empezar. Me armé de coraje y le fui a decir a la persona a cargo que, por favor, nos cambiara la canción. Por si servía de algo, le recordé que ocho años atrás, la elegí a ella para que me entregara el diploma cuando terminé la secundaria. Pero pensó que le estaba mintiendo y dijo que no tenía tiempo para pavadas.

Como una hora después, mi grupo y yo estábamos igual que al principio. Los demás empezaron a exponer sus temas y, a decir verdad, todas las canciones eran muy malas. Por más ganas que les pusieron, las presentaciones fueron desastrosas. Encima los que nos evaluaban se regocijaban en la vergüenza ajena. Por suerte, el tiempo no alcanzó para que todos expusiéramos nuestro trabajo, y nos dejaron ir.

Necesitaba relajarme un poco, así que me fui a nadar. Buceé hasta el fondo de la pileta y me hice bolita como cuando era chiquita. Sentí una paz inmensa. Pensé que si tan sólo pudiera respirar bajo el agua me quedaría así para siempre... Cuando abrí los ojos, esa paz se hizo trizas: un tiburón blanco sediento de sangre se movía en círculos sobre mi cabeza. Grité burbujas de terror y traté de alejarme, pero ya era tarde, y casi pude sentir el filo de sus dientes desgarrando mis músculos tensos. En un santiamén, el agua se tiñó de rojo furioso. Pero no sentí el dolor lancinante que había imaginado. Un hacha enorme y feroz había rebanado el hocico del depredador de un golpe seco. Y yo, que todavía no sabía si estaba muerta, no me podía mover. Fue en ese momento que unos brazos fuertes me llevaron hasta la superficie.

Estuve varios minutos tratando de recuperar el aire y desacelerar mis latidos, mientras la persona que me había salvado me tranquilizaba y me acariciaba el pelo mojado. Cuando pude pensar con claridad, me cayó la ficha: era el chico al que no podía dejar de mirar en el colegio, el que no quería que me viera. Me perdí un rato en sus ojos claros, mientras seguía aferrada a su espalda pecosa. Le confesé mi identidad, pero me miró como si estuviera loca, me besó en la frente y se fue. Y me quedé ahí, flotando en la sangre frustrada de mi asesino mutilado. Sola.

1 comentarios:

TLES dijo...

Por animarte a confesar, y no porque te salvaron: sola pero viva!

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